Los jardines de la infancia a veces son literales
Desde el nacimiento de mi hermano y hasta que tuvo unos cuatro años la situación en mi familia fue, digamos, poco convencional. Mamá salía a trabajar afuera, y papá se quedaba con nosotros toda la mañana hasta que nos íbamos al colegio y durante la tarde repartía pedidos por el barrio.
El barrio no sólo era Lugano sino más precisamente los límites de los edificios de Lugano I y II, casi Av. Roca, frente a los terrenos aledaños del autódromo de Buenos Aires. En esa época -los primeros ochentas- todavía existían calles de tierra y alrededor de aquellas pistas del Gálvez se había formado todo un ecosistema con lagunas de lluvia y bosque de arbustos, que harían sonrojar a más de un activista de Greenpeace.
Papá, que nunca había soportado la idea de vivir en un departamento, nos despertaba temprano, hacía el desayuno y, tras cargar plomadas caseras, líneas, boyas, anzuelos y una caña vieja en un bolso de cuerina azul, nos llevaba a pescar. Cruzábamos Roca y entrábamos al bosque por algún agujero del alambrado del autódromo. Lo que seguía era pura aventura: cazar bichos, jugar entre los árboles y mirar cómo Padre intentaba atraer algún pejerrey de entre esas lagunas inverosímiles.
Después volvíamos a casa, para almorzar y cambiarnos de ropa, porque pasadito el mediodía aparecía el micro que nos llevaba a la escuela.
A veces se me hace muy difícil explicar por qué quiero tanto a esta ciudad, tan grande, tan cambiante, tan caprichosa; por qué quiero tanto al Sur (en mayúsculas, como lo escribía Borges)... Por qué me río de los que imaginan mi niñez de porteña pegada al televisor y rodeada de plantas en maceta.
Eso puede ser Nueva York, Caracas o Madrid. Buenos Aires está siempre ahí, lista para jugar.
El barrio no sólo era Lugano sino más precisamente los límites de los edificios de Lugano I y II, casi Av. Roca, frente a los terrenos aledaños del autódromo de Buenos Aires. En esa época -los primeros ochentas- todavía existían calles de tierra y alrededor de aquellas pistas del Gálvez se había formado todo un ecosistema con lagunas de lluvia y bosque de arbustos, que harían sonrojar a más de un activista de Greenpeace.
Papá, que nunca había soportado la idea de vivir en un departamento, nos despertaba temprano, hacía el desayuno y, tras cargar plomadas caseras, líneas, boyas, anzuelos y una caña vieja en un bolso de cuerina azul, nos llevaba a pescar. Cruzábamos Roca y entrábamos al bosque por algún agujero del alambrado del autódromo. Lo que seguía era pura aventura: cazar bichos, jugar entre los árboles y mirar cómo Padre intentaba atraer algún pejerrey de entre esas lagunas inverosímiles.
Después volvíamos a casa, para almorzar y cambiarnos de ropa, porque pasadito el mediodía aparecía el micro que nos llevaba a la escuela.
A veces se me hace muy difícil explicar por qué quiero tanto a esta ciudad, tan grande, tan cambiante, tan caprichosa; por qué quiero tanto al Sur (en mayúsculas, como lo escribía Borges)... Por qué me río de los que imaginan mi niñez de porteña pegada al televisor y rodeada de plantas en maceta.
Eso puede ser Nueva York, Caracas o Madrid. Buenos Aires está siempre ahí, lista para jugar.
Etiquetas: Buenos Aires, cosas que pasan, Hermano, Lugano, Padre
7 Comentarios:
¡Lugano I y II! ¡Qué barrio! (y con taxis Falcon y todo).
Qué flor de papá, el suyo, que los llevaba a jugar y tener todas esas aventuras en el "bosque". :)
El Profesor
By Lolita y El Profesor, at martes, 12 de abril de 2011, 12:38:00 p. m. ART
Wuau que vivida me gusta la foto
By Poznan, at jueves, 14 de abril de 2011, 8:45:00 a. m. ART
Gracias por sus comentarios... La imagen la busqué en Google, porque las fotos de esa época están en casa de Madre.
Abrazos,
By Apollonia, at viernes, 15 de abril de 2011, 1:32:00 p. m. ART
Hermoso!
cata
By Anónimo, at domingo, 17 de abril de 2011, 11:34:00 a. m. ART
Esa foto fue sacada en la esquina de casa. Se ve igual pero muy distinta. Vivo aca hace casi 7 años.
La plaza de la otra esquina (Plaza Democracia)se llena de chicos (incluidos los mios) y familias todos los dias. Es reconfortante saber que sigue vigente la infancia lejos de las macetas y de la tv, mas alla de ser un lugar lleno de "niños de departamento"
Vivi en Villa Celina y me acabo de acordar cuando con mi viejo y mi hermanito "saliamos a cazar leones" (pescar ranas) por el conocido campito, antes de que edificaran en nuestra jungla.
By Anónimo, at martes, 26 de abril de 2011, 8:13:00 p. m. ART
Gracias por tu comentario, Anónimo.
Está el libro de Incardona, llamado 'El Campito', justamente por el descampado de Celina. Te lo recomiendo.
Abrazo,
By Apollonia, at jueves, 28 de abril de 2011, 7:26:00 p. m. ART
Muy buena anécdota, me encantan ese tipo de historias. Y Lugano es lo más de lo más, sin discusión.
By Minaverry, at lunes, 27 de junio de 2011, 11:08:00 p. m. ART
Dejar un comentario