Puede Fallar

lunes, abril 16, 2007

La saga semanal

Episodio uno. Pateando lonitas mugrosas
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Camino con El Ingeniero por Plaza Serrano, y ambos estamos debidamente fumados. De repente él me levanta en vilo del brazo y a la vez siento que en el suelo hay algo medio raro, como piedritas... Me dí cuenta cuando era demasiado tarde... ¡Pisoteé todo el trapo de una hippie que vendía sus baratijas en la vereda sin siquiera inmutarme!. Ni bien tomé conciencia de lo que había hecho me persigné pensando que la roñosa me iba a romper el alma de una trompada. Menos mal que no peso mucho y que los collares de semillas de girasol y las pipas de corteza de árbol resistieron. Me disculpé y por suerte no pasó nada, pero la verdad es que cumplí mi sueño de patearle las cosas a un hippie.
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El Ingeniero me dijo: Yo sé que Ud los odia, que actuó su inconsciente, pero tiene que entender que la violencia nunca es la respuesta.
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Episodio dos. No todos los 147 son iguales
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Esperaba a El Ingeniero en la intersección entre Av. Gral. Paz y Av. San Martín, del lado de provincia. Eran como las once de la noche y hacía frío. Siempre me da miedo encontrarme con alguien en lugares muy grandes porque soy miope, y a pesar de portar anteojos no veo bien. Él venía en su Fiat 147, yo terminaba el primer cigarrillo cuando aminora la marcha a unos metros de mí uno de esos autos y me acerco lo más pancha amagando subir... Era otro muchacho en un Fiat 147 que se detuvo para gritarme cosas muy románticas como 'Mamita, te como toda' o 'Te dejaron solita mi amor, venite conmigo'...
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Salí airosa de la situación porque me alejé corriendo, pero ya sé que tengo que ir al oculista urgente: en cualquier momento voy a empezar a perder otras cosas, además de colectivos.
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Episodio tres. Mi nuevo insulto-fetiche
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Hermano y yo en el recital de Babasónicos, en el Quilmes Rock (ambos ganamos las entradas y todo fue gratis, ni en sueños pagábamos por ver a Keane, eh). Sonaba Pendejo, canción que -para los caídos del catre- en el estribillo se pone medio punk y repite 'pendejo, pendejo'. Estábamos lejos del escenario, en una zona no-saltarina (y no-pogo, por supuesto). Unas pibitas de unos 18, 19 años, rubias, de ojitos claros, vestidas a la moda -chupines y jopo incluídos- se reían como locas con lo de 'pendejo' y saltaban y se empujaban entre sí, y a mí me terminaba cayendo encima la más rubiecita de las dos. Una vez, dos, tres...
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- Bueno, dale, calmate - le dije la quinta vez que me empujó, con mi mejor cara de culo y de te-cago-a-trompadas-pendeja-de-mierda-ya-estoy-grande.
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La piba se hace la reVelde y me contesta:
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- ¡Esto es un recital! - creyendo que con esa frase justificaba arrojar su humanidad sobre la mía.
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En ese instante se me cruzaron muchas cosas por la cabeza. Lo primero que pensé fue cachetearla hasta que me diga sin equivocarse la influencia del grunge a partir de Nirvana, cómo eso afectó a bandas como Pet Shop Boys, que me cuente qué fue el Nuevo Rock Argentino de los noventas, que defina de qué hablamos cuando hablamos de Rock Chabón y cómo se disfruta de un show en vivo; mientras de fondo escuchamos Luchando por el metal, de V8 y amenazo con vestirla en Bachino y dejarla en la rotonda de San Justo. Después quise contestarle 'Bombona, yo saltaba en mi vigésimo recital mientras vos tomabas la leche y soñabas con cantar en Chiquititas...' Pero se me antojó muy largo, así que opté por un insulto que me encanta, y que al ser porteña puedo usar muy poco:
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- Calláte, Zona Norte. - le espeté, con cara de mala-mala.
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Me miró indignada y se fue cual exhalación, llevando a su amiguita del brazo.
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