Sobrevivientes

Sábado a la tarde. El Ingeniero y yo revolvíamos libros en el Parque Rivadavia.

En determinado momento él se topa con una edición viejísima del Lenin de León Trotsky, de la editorial Tor. Páginas completamente amarillas, encuadernación con hilo, y en la tapa un dibujo de Lenin de trazos gruesos, en negro y rojo.

- ¿Ud. se da cuenta de lo que vale esto? - me dice.

- Sí, claro, es un libro viejísimo, ya no se consigue más... Casi un incunable a precio de pasquín - le contesto.

- Sí, pero no es sólo eso. Este libro tiene, no sé, ¿sesenta años? Es invaluable porque es un clásico y porque está entero y resistió el paso del tiempo, sí. Pero por otro lado, piense, - me apura - estas páginas existieron en la época del Proceso. Pasaron la dictadura, escaparon a la quema de libros. Alguien vivió con miedo por tener estas hojas, que eran, prácticamente, una sentencia de tortura y de muerte. ¿Cuánto tiempo estuvo intranquilo el que las guardó? ¿Diez años? ¿Un mes? ¿Un día? No importa, un tipo se jugó la vida para conservar este libro.

Lo voy a llevar - dijo, finalmente - porque vio cómo son estas cosas, después no se encuentran más y uno se arrepiente.

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Y después quieren que no me enamore.