Puede Fallar

martes, mayo 30, 2006

Ana y los otros

Uno nunca es uno.

Ana, por ejemplo. Ella es el alma de la fiesta en las reuniones familiares, la que está siempre en todo (‘¿Cómo va la siática, tía?’, ‘Primo: ¿seguís con la idea de reabrir el negocio?’), la primera que se levanta para ayudar en la cocina.

Con sus amigas de toda la vida, sin embargo, es más bien callada, tranquila, la que escucha y aconseja. A Ana le encantaría soltarse con ellas, ser capaz de compartir al mismo nivel que el resto, pero no puede, le gana la timidez.

Con sus compañeros de facultad es directamente un fantasma, no existe. No se relaciona con ninguno, exceptuando los momentos en que debe trabajar en grupo para alguna materia –ocasiones que Ana odia y anhela a la vez-. Se pone muy nerviosa si tiene que hablar en clase, y llega a desmayarse si le toca algún examen oral.

Pero Ana se siente definitivamente a sus anchas con sus compañeros de coro: no para de hablar, de divertirse, y hasta es capaz de hacer comentarios más o menos subidos de tono. Se siente cómoda y contenida y cualquiera que la conozca en ese contexto –como yo- no dudaría en afirmar que la muchacha es un huracán de sociabilidad.

Pero al final… ¿Quién es Ana? ¿Es posible que todas? ¿O en realidad ninguna?

¿Cómo se es uno y sólo uno?

Yo, por caso. Los que me conocen de hace rato podrían jurar que soy bastante parecida a Monica de Friends. Obsesiva, sistemática, neurótica. Capaz de apasionarme y de discutir a muerte por la más absoluta nimiedad.

Caro es una amiga de la facultad, y me conoce desde hace unos dos años. El otro día le contaba sobre algunas reacciones mías y me dijo, incrédula:

- Realmente me sorprendés. Sos siempre tan medida, tan relativista, tan flemática. Tenés una pose so british… que yo te imaginaba como a ese tipo de gente que sólo pierde la calma si la bufanda no le combina con los aritos.

Adoro la posibilidad de ser también esa Apollonia.

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