Puede Fallar

miércoles, septiembre 21, 2005

Crónica primaveral

Sépanlo, odiosos adoradores del invierno: hemos venido para quedarnos.

Felizmente pude levantarme a eso de las 12:30 horas, dedicarle casi dos horas al mate, para luego salir glamorosa hacia la peluquería. (Pantalón verde-verde, y sol, y pop en los oídos).

El caso es que llego y primero me toca con el chico que lava cabezas. Y ahí corresponde una conversación banal, sin mucho vuelo, con chistes del estilo: '¿Así que mañana cumplís 27? ¡Por dios! ¡Parecés muchísimo más chica!' Yo: sí claro, porque todavía tengo 26... Y nos reímos todos.

Después subo con mi peluquero Rubén, un hombretón con cara de Almodóvar y una porra de 30 centímetros (parece más un camionero que un estilista), y mientras me corta el pelo hablamos de la vida, de los proyectos, fumamos... No sé por qué pero no me cobró el secado. Un capo, Rubén.

Salgo entonces a caminar por Caballito aún más glamorosa, me detengo en el Parque a mirar libros y me tomo un café con leche en El Coleccionista.

No hago más que tomar el 5 y ahí está Drexler cantándome:

Con el anhelo dirigido hacia ti
yo estaba solo, en un rincón del café
cuando de pronto oí unas alas batir,
como si un peso comenzara a ceder,
se va,
se va,
se fue…
Tal vez fue algo de la puesta de sol,
o algún efecto secundario del té,
pero lo cierto es que la pena voló
y no importó ya ni siquiera porqué,
se va,
se va,
se fue…
Algunas veces, mejor no preguntar,
por una vez que algo sale bien,
si todo empieza y todo tiene un final,
hay que pensar que la tristeza también
se va,
se va,
se fue…

Y digo: puede ser. Puede ser.



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