Puede Fallar

martes, agosto 30, 2005

Altibajos

Nada, ocurrió lo advertido por Eli, me pasé en la Panamericana y el remís me cobró más de la cuenta por forastera. Pero que quede claro, fui preparada: 117 hasta Gral. Paz y de ahí el 21. Sábado a la noche y con mochila (música, libros), porque la cosa iba a ser larga.

Claro que Ella lo vale. Viajar mucho, renunciar al lema que sostengo desde hace algún tiempo, no ir a ningún lado si no puedo volver en auto. Igual no es el punto, esto sigue.

Superando algunos percances, llegué. Tras los saludos de rigor voy al patio, y ahí estaban todos los hippies cantando sus canciones, a la vera del fuego del asado. Había otro grupo en la cocina, pero bueno, yo quería fumar.

[Cosa rara la de los hippies, por lo general las peores son *ellas* y te miran con cara de malas].

Me llamaron a la ronda y me arrimé, aunque no emití sonido. Las cosas se calmaron hasta después del -genial- asado. Ahí se les ocurrió jugar a La guerra de canciones y por azar me encontré sentada en el equipo de chicos hippies. No canté, por supuesto, pero tiré todas las letras. Las hippies me miraban feo. Uno dice: 'Podemos incluir canciones en inglés!' Yo me ilusiono y acoto, en lo que fue mi único arranque de entusiasmo en la noche: 'Dale, incluyamos canciones en inglés'. La hippie me mira feo, feo y me dice, cortante:

- Vos calláte.

Ay la reputaqueteremilrecontraparió, hippie sucia, me voy a poner guantes y después te voy a agarrar de los pelos, te voy a lavar la cara con jabón, y te llevás una desinsectación de orto de regalo.

Pero no, era la fiesta de Eli y no daba. Yo soy una dama, además. Así que me tragué varios cigarrillos y me quedé hasta el final con el otro grupo y empecé a pasarla lindo. Charlar mucho con Ella, por suerte, y que me preste muchos libros de Vonnegut y café rico.

Dos horas en volver a casa pero con el buenhumor en alza. Me compré el diario con olor a nuevo y me subí al 5 definitivamente feliz.

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