Puede Fallar

lunes, mayo 02, 2005

El sueño III (o una versión soft-porn de la Familia Ingalls)

Era un pueblito perdido en algún lugar, como de comienzos del siglo XX. Yo era hija única y tendría, no sé, 17, 18 años. Iba feliz, con mi solerito celeste, con voladitos, largo hasta la pantorrilla. Muy virginal, digamos.

De repente lo veo: cara curtida, un poco salvaje, de, no sé, unos 30 años. No era de ahí. No me habla. Me mira.

Me mira. Lo miro.

De ahí en más, las cosas se ponen frenéticas y sólo sé que lo hacemos. Sin hablar. Y no sé, nunca lo había hecho pero me gusta, me gusta mucho.

Me visto y me voy. Ceno con mi padre, que es como una versión muy mejorada de Michael Landon: es hermoso.

Al día siguiente vuelvo a ver al tipo. Otra vez lo hacemos en un lugar que parece ser un cuartito de una iglesia, una sacristía, algo así. Pero algo pasa. Algo está mal. ¿Cómo sabe que precisamente eso me gusta? ¿Cómo sé yo que eso me gusta? Lo miro a la cara. No es el mismo. Se parece excesivamente a mi ex-novio.

La escena cambia automáticamente. Estoy abrazando a mi 'padre'.

Me despierto. Ya iba a ser mucho.

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