El final

Tres años y medio de relación que nunca van a ser cuatro, que definitivamente terminan.

El orden obligado de las cosas, de las cartas, de las fotos.

Es domingo por la tarde, estoy inesperadamente sola, y hace frío. OK Computer no es la mejor elección, ya lo sé. Pero suena, dentro y fuera de mí.

Escalera, alcanzar el techo del placard y ordenar las revistas, detectar números que puedan estar en manos de Él.

Él, que me vio ir.

Las revistas hablan de otros tiempos, de cuando no lo conocía, de cuando lo conocí, de ahora que el último ejemplar llegó cuando él no está.

Miro al número dos y me veo con Agostina, comprándolo antes de ir a la feria del libro. Ella, que sin ser mi mejor amiga (sólo tengo mejores amigos), fue mi alma gemela en tantos aspectos. Ella con la que ya no discuto sobre la vida, de la que ya no sé nada.

Está el número que nos llevamos Los Tres de campamento a San Pedro, para terminar por aceptar que el aire libre no es para nosotros.

Otras revistas me recuerdan la época de las fiestas, de La Ideal, de Buenos Aires toda ahí para mí.

Rolling Stone 1-55 dice la primera caja, que pesa una enormidad.

No importa qué segura pueda haber estado anoche. No importa que el noviazgo me haya dejado –al contrario que al resto- más linda, que el sexo opuesto ahora me busque. (Y Vos tendrías que saberlo).

No importa tampoco el Conicet, no importa la Química ni la Matemática, no importa la música ni Borges, porque al final soy a tal grado una perdedora que me dan ganas de matarme en un lugar tan común como lo es el otoño, en una tarde de domingo.