Puede Fallar

sábado, julio 19, 2008

Principio quince


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Nunca, pero nunca confíe en un radical.


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martes, julio 15, 2008

Indeseables de Puede Fallar



Figurita 6: Ernesto Teoría de los dos demonios Sábato.

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miércoles, julio 09, 2008

Demoras

Los dos últimos años los pasé a pan duro y agua (como casi toda mi vida), con el fin de terminar una de las carreras que curso y aplicar para una beca doctoral en Conicet.
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Para gente como yo, acostumbrada a la economía de guerra, la beca me permitía recibir el 2008 desde algo parecido a un destino, a un lugar al que se llega habiendo braceado a lo pavote. En este caso era trabajar en investigación, después de estudiar durante más de diez años.
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Cuando contestamos al llamado de Conicet, yo tenía un resquemor. Aunque todos decían que mis antecedentes sobraban para calificar, el tema me producía algo más que lógica inquietud. Me acuerdo que una vez, viajando en el 107 con mi jefa, le conté de mis miedos, le hablé de la distribución de suerte de la campana de Gauss, de mis malas rachas clásicas. Lidia, pobre, me calmó como pudo, me dijo que ella era una tipa con estrella y que (yo restando, ella sumando) íbamos a empardar, que -otra vez- tenía con qué solventar mi aspiración, que la ciencia se mueve por merecimientos y la mar en coche. Asentí como para tranquilizarla, y no porque realmente me hubiera convencido.
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El 28 de diciembre del año pasado (sí, sí, el mismísimo Día de los Inocentes), cuando salieron las listas oficiales, me enteré que había quedado afuera.
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Quedarse afuera era la doble hecatombe, por un lado perder el futuro trabajo, irse a foja cero, no saber qué hacer, chau irme a vivir sola, chau todo. Por otro lado era una venganza cósmica terrible, con todo lo que me había esforzado, con los antecedentes académicos y científicos que tenía, con el premio en Brasil, todo para nada.
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Lo que siguió fueron varios meses de reclamos en Conicet, que se mueve, como cualquier dependecia pública, con tiempos geológicos y humores de solterona. Semanas de humillación, de buscar trabajo por cualquier otro lado, de una segunda negativa, de 'nena, ¿y qué onda? porque ya estás recibida...' en casa y delicias similares.
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- ¿Sabe lo que pasa? - le dije la otra semana a El Ingeniero - el tema se va a resolver eventualmente, y yo me puedo volver a presentar para el año que viene con la esperanza que de que ahora sí no se equivoquen; no es el punto. Lo que realmente me molesta es que todo en mi vida es así, aunque califique, aunque lo merezca, me lleva el doble de esfuerzo que al resto: siempre voy con el pico y la pala, con el sulky, desde atrás, renga y cansada. Aunque siga el libreto a rajatabla, aunque camine sobre los pasos de Pirulo, a él le dan el premio a sus esfuerzos y a mí no, conmigo se equivocan, se traspapelan... todo me llega demorado.
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- Bueno, pero le llega ¿no? Es un premio a su perseverancia - me contestó.
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- No, no lo es. Y la angustia de lo injusto, de la mala suerte, de las meadas de elefante me las llevo yo, no me salen gratis. Y eso no se devuelve.
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Meses de mierda, digamos.
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Para seguir con el tono documentalista de la charla, diré que el jueves de la semana pasada me avisaron que el error estaba subsanado, que me iban a otorgar la beca doctoral a partir de lo que tendría que haber sido, es decir a partir del primer día de abril de este año, y que recibiría el pago retroactivo de todos estos meses.
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Sí, claro, estoy contenta pero sigo enojada, porque esto no es una película con Drew Barrymore, en la que uno sabe que al final todo se va a arreglar.
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Hay que estar adentro de este cuerpito.
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