Puede Fallar

jueves, enero 31, 2008

Indeseables de Puede Fallar

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Figurita 5: Fernando Por Favor Callate Ruiz Díaz
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viernes, enero 25, 2008

A ver la tapa...

No sé qué año sería, pero si me decís 1989 te diría que es probable. Madre, que para esa fecha no había perdido la cordura y todavía leía literatura, nos había llevado a Hermano y a mí a una feria del libro infantil y juvenil –me parece incluso que fue la primera que se hizo.
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Me acuerdo de algunos detalles casi inverosímiles: hojear libros de Pipo Pescador en un stand de Hispamérica, hacer un dibujo en otro stand que ganó un premio –era un dibujo rechoto, de un libro abierto, del cual salían flores, paisajes, personas, herramientas, explosiones, animales, armas, y abajo decía algo así como ‘todo está en los libros’- y por el cual felicitaron a mi madre (una locura, ya sé), y casi nada más.
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El arte de tapa suele ser, al menos para los discos, un poderoso criterio de selección porque en el fondo es un reflejo de la búsqueda estética del artista. Pongamos por caso los trabajos de Bersuit Vergarabat; el arte de tapa de sus trabajos es crudo, elemental y explícito, como su música. Este mismo criterio suele ser inútil para elegir libros, porque en la mayoría de los casos no es el autor sino la editorial quien se ocupa de esas cosas. En los libros infantiles, sin embargo, muchas veces el escritor mismo ilustra sus trabajos o elige al ilustrador, de modo que se podría optar por un libro en función de cuánto nos gusten los dibujos que acompañan la historia, si creemos eso de la búsqueda estética.
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No me fui por las ramas, che. Qué impacientes se ponen a veces. Lo que dije viene a cuento de que ese día Madre compró Cuentos de Vendavalia, de un tal Carlos Gardini, porque yo me había quedado prendada de sus ilustraciones.
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Y no me equivoqué, los dos cuentos que forman el libro (que aún conservo y del que extraje las ilustraciones de este post), titulados El pájaro del amanecer y El palacio al revés, son dos historias maravillosas.
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Los años pasaron (han pasado terribles, malvados, dice el tango). Un par de semanas atrás fui al Parque Rivadavia a comprar un libro para regalar (Un mundo feliz, de Huxley), y por estas cosas de ser una chica, de no estar en vena para el regateo y de ir un martes a la mañana, cuando no hay nadie, el librero me dice:

- Me caés muy bien. Te voy a regalar un libro de yapa. Elegite alguno de estos dos - Y me alargó dos libritos de la colección de Página/12 de Literatura Fantástica y Ciencia ficción.

Expresé alguna que otra protesta tibia (‘no puedo aceptar esto’), pero por puro formalismo.
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Me encanta la ciencia ficción, pero no conocía a los autores de los libros que me extendía el muchacho, así que le dije que eligiera él.

- Mirá – me dijo – no los leí, y no conozco a los autores, así que no puedo recomendarte ninguno.

- Bueno – le contesté. El arte de tapa es el mismo en toda la colección, pero me gustan más estos colores… - dije, mientras señalaba el de la izquierda, que tenía blancos, verdecitos y turquesas.

Volví a casa y ese librito estuvo guardado, esperando que le llegara el turno de lectura.

Finalmente lo agarré anoche, y a pesar de que sólo leí unas 20 páginas, El libro de las voces ya me enamoró. En el prólogo me enteré que el autor fue traductor de relatos de ciencia ficción en la archiconocida revista de género El Péndulo, y que escribió varias novelas y algunos cuentos de literatura infantil, entre los que figura, como podrán imaginar, Cuentos de Vendavalia.

Carlos, sin querer pero algo nos une, eh. No te hagas el gil.
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martes, enero 15, 2008

Dos delirios

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Tal vez sea la cantidad de tiempo que paso arriba de un colectivo, o no, pero tengo dos ideas relacionadas con este medio de transporte que hace rato me dan vueltas en la cabeza.

El colectivo circular
El recorrido no tendría principio ni fin. No existiría el concepto de 'terminal', sólo un número fijo de paradas en un trayecto que se repetiría sin cesar. El pasajero que se 'pasa' de parada puede optar por esperar el tiempo necesario hasta que el colectivo retorne a la parada de interés (el boleto se pagaría una única vez, al abordar el vehículo, y no se vería afectado por el trayecto realizado). Los choferes terminarían los turnos una vez transcurrida determinada cantidad de vueltas a partir de un punto fijo, lugar donde se realizaría el relevo.

El bondi loco
Un día al año el Estado estipula, cual festividad, 'El día del bondi loco'. En esa fecha, el pasajero aborda el colectivo en su esquina habitual pero sabiendo que puede haberle tocado en suerte un bondi loco. Si sube a un colectivo que no es el bondi loco, será un día como cualquier otro. Si en cambio -y sin saberlo, porque el factor sorpresa es determinante- le toca un bondi loco, en algún momento, y sin aviso previo, el colectivo se separará del recorrido normal para ir por cualquier otro sitio. A partir de ahí los pasajeros no pueden descender del vehículo (excepto casos de emergencia), y después de dar un par de vueltas se encontrarían con otros contingentes de bondis locos en, por ejemplo, Luján, y todos disfrutarían de una choripaneada. El factor bondi loco sería aceptado como motivo de falta y/o de llegada tarde en cualquier trabajo.


Ilustración de Rodrigo Folgueira, tomada de esta página.
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martes, enero 08, 2008

Ropa negra, maquillaje, botas...


Qué jodido ser dark en verano.
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